Durante siglos, una infección común podía matarnos. Aunque a día de hoy parezca mentira, fue recién en la tercera década del siglo pasado cuando los antibióticos (gracias al descubrimiento de la penicilina por parte de Alexander Fleming) consiguieron mantenerlas a raya. Y sin embargo, ya en 1945 (en su discurso de aceptación del premio Nobel), el mismo Fleming nos advirtió sobre «(…) el peligro de que el ser humano, por ignorancia, fácilmente pueda medicarse por debajo de las dosis necesarias y, exponiendo a sus microbios a dosis no letales de droga, hacerlos resistentes a las mismas».

En los últimos años, por desgracia, su augurio se ha empezado a confirmar.

 

¿Qué ha sucedido?

A decir verdad, el abuso de antibióticos por parte de la población no es el único motivo de dicha resistencia. La mayoría de los epidemiólogos coinciden en señalar también otros cuatro factores: la extrema capacidad de adaptación de las bacterias; el uso masivo (y erróneo) de antibióticos en las granjas; la globalización, que es capaz de esparcir por el mundo cualquier bacteria resistente; y la falta de inversión en el desarrollo de nuevos antibióticos.

Analizar cada uno de estos factores en profundidad podría llevar un post entero; sin embargo, en líneas generales puede decirse que su interacción ha provocado el surgimiento de un nuevo tipo de bacterias, las llamadas «superbacterias», que muestran una aterradora resistencia a los antibióticos. No lo digo yo, lo dijo el antiguo secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien planteó que dicha resistencia es una «amenaza fundamental» para la salud pública y la seguridad mundial.

 

Una alerta a gran escala

El 21 de septiembre de 2016 tuvo lugar la primera reunión de Naciones Unidas sobre la resistencia a los antimicrobianos. Para tomar conciencia de su importancia, basta decir que fue la cuarta vez en su historia que la Asamblea General tuvo que lidiar con un tema de salud pública. La vez anterior había sido en 2014… tras el brote de ébola en África occidental.

Pero… ¿es este tema tan importante como aquel?

Buena pregunta; para responderla te daré una cifra: se estima que, a día de hoy, más de setecientas mil personas mueren cada año en el mundo debido a bacterias resistentes a los antibióticos.

¿Y qué acordaron los 193 Estados miembros para hacer frente a semejante amenaza?

Bueno… a decir verdad, el acuerdo al que llegaron no es vinculante ni exige que los países se comprometan a alcanzar objetivos específicos, sin embargo, como escribió Amanda Holpuch en su artículo para The Guardian:

«… los firmantes de la declaración de la ONU se han comprometido a incentivar la innovación en el desarrollo de antibióticos, a incrementar la concientización pública frente a la amenaza y a desarrollar sistemas de vigilancia y regulación, tanto del uso como de la venta de antibióticos en humanos y animales».

O dicho de otro modo: el acuerdo es un paso excelente en la buena dirección…, siempre y cuando los estados decidan implementarlo.

 

Prospectiva

Todos somos hijos de nuestras circunstancias; y por más que no haya pasado siquiera un siglo desde el descubrimiento de la penicilina, lo cierto es que somos la segunda (o tercera) generación que ha vivido bajo su escudo. Los antibióticos forman parte de nuestras vidas, han estado ahí siempre… El problema es que, para la mayoría de nosotros, «siempre» es un sinónimo de nuestra edad. Si han estado ahí desde que nacimos, si nunca nos han faltado, significa que han estado ahí siempre; y algo que siempre ha estado no puede dejar de estar.

Pero la realidad es un poco más tozuda. En una muy recomendable entrevista en el programa «A hombros de gigantes», el doctor Ignasi Roca, de la iniciativa Resistencias Antimicrobianas del Instituto de Salud Global de Barcelona, definía nuestra situación actual (y por actual me refiero a ahora mismo, no a dentro de diez años) de la siguiente manera:

«En la actualidad nos quedan muy pocos recursos para luchar contra este tipo de bacterias multirresistentes. Es verdad que se han aprobado algunos tipos de terapias combinadas donde no se da un único antibiótico (no se da una monoterapia), sino que se combinan distintas clases de antibióticos; pero en muchos casos, ante ciertas bacterias que podrían considerarse panresistentes (es decir, resistentes a todos los antibióticos), el único recurso que nos queda es recuperar antibióticos que antaño se habían descartado porque eran tóxicos, y volver a utilizarlos para poder combatirlas. La colistina, es de este tipo de antibióticos. (…) Es un fármaco nefrotóxico (causa daños en el riñón) que en su momento se quitó del mercado porque había otras alternativas más seguras. Pero hoy en día tenemos que elegir; es un compromiso: o bien rescatamos al paciente y aceptamos los efectos secundarios, o no podemos tratar a estos pacientes».

Claro que podrías decir que, al margen de la gravedad de cada situación concreta, ese tipo de infecciones son todavía minoritarias. Pues bien, hagamos un poco de prospectiva… o mejor aún: dejemos que la hagan los expertos.

¿Recuerdas que en el apartado anterior escribí que, a día de hoy, se calcula que setecientas mil personas mueren al año debido a este tipo de bacterias? Ese dato ha sido extraído del informe que el gobierno británico le encargó al economista Jim O’Neill y que fue publicado en mayo de 2015. En dicho informe, O’Neill realiza una prospectiva para los próximos treinta y cinco años y llega a la devastadora conclusión de que, en 2050, el número de muertes anuales debido a este tipo de bacterias se elevará a diez millones… En pocas palabras: para entonces más personas morirán anualmente debido a infecciones que debido al cáncer.

 

Tomando medidas… o no

Como es lógico, esto no debería ocurrir si se tomasen medidas al respecto. Y si algo podemos afirmar a día de hoy es que sabemos muy bien qué medidas debemos adoptar: son los acuerdos a los que se llegó en la primera reunión de Naciones Unidas sobre la resistencia a los antimicrobianos y que Amanda Holpuch sintetizaba en tres puntos: incentivar la innovación en el desarrollo de antibióticos, incrementar la concientización pública y regular el uso y la venta de los mismos.

Respecto al segundo debo decir que ya se está actuando; el tercero depende de cada estado, por lo que es más difícil de evaluar; sin embargo, esos dos puntos son meros paliativos si no se cumple el primero; si no se incentiva el desarrollo de nuevos antibióticos. Y sobre esto, una vez más, la situación es muy poco halagüeña. El doctor Roca la definía de esta forma:

«La verdad es que la inversión en investigación y desarrollo de nuevos antibióticos es muy escasa, básicamente porque las farmacéuticas no sacan provecho (no les sale a cuenta invertir en investigación) y tan solo unos pequeños laboratorios a nivel público investigan en nuevos antibióticos, nuevos fármacos… Pero hace años que no salen clases nuevas de antibióticos al mercado y eso es un problema muy serio».

 

Una advertencia realista

Teniendo en cuenta estos datos (y mirando la historia reciente con un poco de perspectiva) cabría pensar en el período transcurrido entre los años treinta del siglo veinte y la actualidad como una suerte de «período ventana» en el que logramos mantener a raya a las bacterias. Asumiéndolo de ese modo, podríamos plantear estrategias para, por un lado, intentar extenderlo lo máximo posible y, por otro, mitigar los posibles efectos de una era post-antibióticos.

Llegado este punto (dado que soy escritor y que te he confesado abiertamente mi fascinación por la literatura prospectiva), es lógico que te preguntes si no estaré siendo alarmista para atraer lectores, pero Generación Sagan (la sección del blog en que te encuentras) quiere ser un espacio de divulgación científica; así que, para que veas que no hay exageración alguna en lo que acabo de exponer, cerraré esta entrada con una advertencia hecha por Margaret Chan, ex directora general de la Organización Mundial de la Salud, ante la Asamblea General de la ONU en la reunión de septiembre pasado…; una advertencia que, por cierto, podrían servir de argumento para más de una novela postapocalíptica:

«Con escasos productos de remplazo en marcha, el mundo se está encaminando hacia una era post-antibióticos en la cual una infección común (…) podría volver a matarnos».

3 Replies to “¿Nos estamos quedando sin antibióticos?

    • Sí, lamentablemente, este artículo no tiene nada de alarmista. Es un tema del que no se habla tanto como se debería.

  1. ¿y nosotros qué estamos haciendo al respecto?
    La respuesta no solo va a venir de los laboratorios.
    La higiene es el conjunto de conocimientos y técnicas que aplican los individuos para el control de los factores que ejercen o pueden ejercer efectos nocivos sobre su salud.
    Y esa cultura debe ir acompañada con la defensa de nuestros derechos a la salud

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