Como vimos en el capitulo anterior, el sistema económico instaurado por la Alianza en los campos de refugiados tenía un punto débil; un «fallo estructural» que las revueltas de principios de los cincuenta dejaron al descubierto.
A lo largo del siglo XX y principios del XXI, los trabajadores (ahora refugiados) de la Unión, la Federación Rusa y América del Norte habían adquirido una serie de derechos que no estaban dispuestos a ceder: el derecho a la educación, el derecho a la sanidad, el derecho a la remuneración económica del trabajo, el derecho a la libertad de expresión, el derecho a una vivienda digna, el derecho al ocio…
Y aunque las líneas de producción automatizada impidieran el tráfico de información relativa a la tríada (es decir, a los ordenadores cuánticos, los U-Panel y los ordenadores neuronales), la Alianza no podía dejar en manos de trabajadores insatisfechos robot costosísimos y fáciles de dañar.
Antes incluso de que comenzara la Estandarización, muchos analistas se preguntaron (en informes que permanecieron ocultos hasta décadas después) qué sentido tenía garantizar el acceso de los refugiados a los ordenadores neuronales cuando todavía no se habían garantizado sus derechos básicos. En otras palabras: ¿de qué forma la Estandarización podría garantizar sus derechos?
Lo que al parecer se desconocía —salvo en las altas esferas de la Alianza— es que la Estandarización era solo el primer paso de un proyecto mayor. Un proceso destinado a satisfacer las exigencias de los refugiados sin lesionar su estructura económica.
En este capítulo, analizaremos de qué forma se produjo.
20.1_ En líneas generales
Empezaré por dar la visión de conjunto.
En los dos años posteriores al final de la Estandarización (mayo de 2061) surgieron una serie de aplicaciones para ordenador neuronal que solventaron, uno a uno, los «derechos adquiridos» de los refugiados: los programas de enseñanza personalizada aseguraron del derecho a la educación; los créditos digitales, la remuneración económica del trabajo; las ExSub y 3D, el derecho al ocio; los medios de comunicación digital, la libertad de expresión. Y los derechos que quedaban por cubrir se resolvieron con el retorno a las ciudades (ciudades que, después de todo, habían sido restauradas): el derecho a un alojamiento digno se satisfizo con la distribución de viviendas; la sanidad del núcleo familiar fue (y sigue siendo) dispensada por sus centros de trabajo…
La opinión unánime de los historiadores es que, a mediados de la década del sesenta, la democracia retornó al territorio de la Alianza. Una democracia directa más elaborada incluso que las Ágoras milenaristas.
20.2_ Pros y contras de la democracia directa
A partir de entonces, los ciudadanos no solo han empleado los ordenadores neuronales para elegir a sus representantes, sino que, por medio de ellos, han tenido acceso a su toma de decisiones en tiempo real. Lo curioso es que esto no ha frenado el surgimiento de nuevas agrupaciones políticas: cada año se inscriben decenas, con opiniones tan plurales que dificultan la llegada a acuerdos.
Cuando un grupo propone algo, siempre aparece otro que propone lo contrario. Y lo mismo sucede con las noticias: son tantas las versiones de un mismo hecho que es casi imposible discernir la verdad… Salvo cuando aparecen decenas de testigos opinando lo mismo, o cuando todos los políticos deciden aprobar una ley.
Al margen de estos contratiempos (intrínsecos a cualquier sociedad plural), puede decirse que cada ayuntamiento se ha convertido en una Ciudad-Estado manejada por sus habitantes: una forma de democracia sin duda avanzada.
Y todo gracias a la implantación de los ordenadores neuronales.
20.3_ Cambio de perspectiva
Como dije en el apartado anterior: lo que acabo de transcribir es la opinión unánime de los historiadores. Lo que significa que también era mi opinión… hasta hace tres años.
Entonces tuvo lugar un suceso que viví como una traición, como una tragedia, pero que a la larga se ha transformado en el hecho más revelador de mi vida (y en el paso más importante de mi carrera).
Si no hubiera ocurrido lo que ocurrió, no habría tenido acceso a una nueva perspectiva; no podría demostrar lo que ahora voy a escribir; no me habría alejado nunca de la historia oficial. Sin embargo, para bien o para mal, aquí estoy.
20.4_ Lo que nunca se dirá en las ciudades
La Alianza ha dado un paso de gigante en la historia de los totalitarismos. Los regímenes del siglo pasado intentaron someter la mente de sus ciudadanos a través de la opresión física y psicológica; la Alianza, por el contrario, se ha limitado a convencerlos de que viven en libertad.
Ningún régimen anterior había sometido a sus integrantes con tanta eficacia. Y si tuviera que explicar sus motivos, diría que su «virtud» radica en la sutileza, el uso sutil hasta de la fuerza física.
La Alianza ha aprendido que los procesos de ingeniería social llevan generaciones y los está desarrollando a años vista, sin que sus ciudadanos se sientan agredidos; controlando, ante todo, la información: al fin y al cabo, la realidad no es otra cosa que información.
20.5_ Educación personalizada
Pero sé bien que mi rol, como historiador, es demostrar lo que acabo de decir; así que vayamos por partes.
Empecemos por sus métodos de educación personalizada.
Supuestamente, los programas informáticos están diseñados para detectar y estimular la vocación del alumno; sin embargo, basta con revisar los registros educativos (algo que podría haber hecho hace años) para comprobar que las vocaciones detectadas presentan una clara orientación técnica. Incluso las asociadas a los medios de comunicación, la política y la producción cultural son enseñanzas técnicas.
Basta también con revisar los registros para comprobar que la historia no forma parte del aprendizaje salvo en el caso de los historiadores. La formación humanística (en general) apenas existe, como tampoco existe la interacción social: las clases son individuales —por lo que los alumnos no se agrupan para estudiar— y las actividades comunes tienen lugar en la red, a través de avatares.
Yo formo parte de la primera generación sometida a la educación personalizada. Pero ¿qué sucederá dentro de unas décadas, cuando tres o cuatro generaciones hayan sido formadas de esta manera? ¿Podrán incluso imaginar otro tipo de sociedad?
Las encuestas demuestran que, en la actualidad, la mayoría de los ciudadanos de la Alianza se sienten satisfechos de vivir donde viven.
20.6_ Créditos digitales
Una de las principales reivindicaciones de los refugiados —a principios de los cincuenta— fue recibir un salario a cambio del trabajo; así que, tras la Estandarización, la Alianza se encargó de gestionar un nuevo sistema monetario con el cual pagarles.
Como todos participaban de la misma realidad (y estaban conectados a la misma red), los Créditos Digitales se afianzaron de inmediato (al fin y al cabo, todo sistema monetario se basa en la confianza y el consenso), sin embargo, en la práctica siguieron siendo tan intangibles como la «paga» de los campos de refugiados.
A primera vista, los Créditos no tienen nada que ver con el Sistema de Retribución Civil. En los campos se trabajaba por comida, vivienda y esparcimiento. No se recibía una retribución económica. No se podía negociar.
Pero analicemos qué puede comprarse con los Créditos.
Puede comprarse comida, por supuesto: en las ciudades la variedad de comida es mucho mayor que en los campos…, aunque no sean más que variaciones de los mismos cultivos.
Puede comprarse ropa, sin duda; pero la pregunta, en este caso, es: ¿qué tipo de ropa? La única prenda material que sigue empleándose es el traje de exopiel (uno por ciudadano, como en los campos de refugiados); el resto son prendas virtuales.
Y también pueden comprarse ExSub: accesos a entornos virtuales en los que los avatares, además de interactuar con otros, tienen misiones que cumplir.
20.7_ Sobre las ExSub y las RSI
En los campos de refugiados, la Alianza no solo distribuyó comida, vivienda y trajes de exopiel, también repartió VRD (dispositivos de realidad virtual) y habilitó el acceso gratuito a las redes sociales de inmersión.
Por lo tanto, no es descabellado inferir que, si hoy en día las ExSub se comercializan es, básicamente, para que los ciudadanos sientan que están gastando sus Créditos en algo que han elegido. Dicho de otra forma: si los Créditos no existieran, es más que probable que la Alianza las ofrecería gratis. (Como expliqué al referirme al incidente de Antares, varios estudios de finales de los cuarenta habían demostrado que los entornos virtuales eran una excelente herramienta de apaciguamiento social).
En mi opinión (y dejo constancia de que se trata de una opinión personal) la única diferencia entre las RSI de entonces y las ExSub actuales es que las RSI fueron pensadas para los campos de refugiados mientras que las ExSub responden a una sociedad pacífica.
Las RSI se diseñaron como entornos estables; como ámbitos de paz para que los refugiados pudieran evadirse de su realidad caótica.
El objetivo de las ExSub, por el contrario, es enfrentar a los usuarios a todo tipo de peligros y aventuras para que su violencia se canalice a través de ellas. En ese sentido, cumplen la misma función estabilizadora de las RSI, pero por el motivo opuesto: si las redes servían de aglutinador social, las ExSub son la válvula de escape de cualquier tendencia subversiva.
20.8_ Contenidos multimedia
Sea o no correcto lo que acabo de exponer, lo cierto es que al único bien material al que los Créditos brindan acceso es la comida. El resto son bienes inmateriales comprados con dinero inmaterial y que, probablemente, serían distribuidos de todos modos. En otras palabras: los ciudadanos de la Alianza siguen recibiendo la misma compensación que recibían cuando habitaban los campos…, solo que ahora no lo saben. O, al menos, no lo sabe la mayoría.
Existe un grupo reducido de ciudadanos a los que los entornos virtuales no los seducen. Habitantes que prefieren estar en contacto con la realidad. Para satisfacer a esa gente, se han creado los multimedia.
Resulta curioso que en cada ciudad de la Alianza haya cientos de programas, pero un único jefe de información y una única torre de medios. Aun así, la pluralidad de medios de la que dispone la ciudadanía es incuestionable. La oferta es tan amplia que obliga al usuario a dedicar casi todo el tiempo a elegir contenidos; tiempo en el que no escucha, o ve, o interactúa con nada; o en el que escoge algo y lo dejas a medias, por miedo a estarse perdiendo algo mejor.
Pero el verdadero «problema» empieza después, cuando intenta prestarle atención a un contenido concreto: la información se contradice, los datos importantes quedan sepultados bajo un alud de nimiedades, las noticias se suceden a tal velocidad que apenas hay tiempo para analizarlas y la certeza de estarlas perdiendo termina por abrumarlo.
Su sistema es tan eficiente que ha convertido la información en un pasatiempo estresante; los usuarios creen estar forjando una opinión crítica cuando, en la práctica, están sumergidos en un mundo tan virtual como el entorno de una ExSub.
20.9_ Sobre la labor periodística
Lo que acabo de exponer no es, en ningún caso, una crítica a la labor periodística. Para empezar, porque los periodistas también son ciudadanos y, en segundo término, porque nada me induce a pensar que la información que trasmiten no esté contrastada.
La desinformación no la provoca un periodista, la provoca el colectivo sin proponérselo.
Ni siquiera pongo en duda que cada periodista obtenga su propia información; que disponga de sus propias fuentes. Lo espeluznante de la realidad post Estandarización es que, por muy contrastada que esté una noticia, resulta imposible asegurar su veracidad. La «fuente» puede ser una construcción virtual; o una versión «alternativa» de la fuente real. (Las aplicaciones usadas para hacerlo se desarrollaron décadas antes de que los ordenadores cuánticos). Además, ¿cómo se explica, si no, que un periodista logre contrastar una noticia al tiempo que otro logra contrastar la contraria?
Es probable que la información emitida por algunos medios sea tendenciosa, pero eso no justifica el que cualquier noticia disponga de al menos tres versiones… por lo general divergentes.
La incertidumbre con la que se maneja la información se ha colado en el lenguaje periodístico. Frases del tipo: «un allegado asegura…» o «un asistente afirma…» trasladan la responsabilidad a la fuente. Y lo mismo sucede a la hora de desdecirse: «a diferencia de lo dicho hasta ahora» o «contrariamente a lo que se suponía…», son frases que alejan la responsabilidad de quien las ha lanzado.
Por si esto fuera poco, los programas de educación personalizada les enseñan que lo más importante es ser el primero en dar la noticia, que en eso radica su buen hacer. Así que cada periodista accede a su porción de noticia, intenta corroborarla tan rápido como puede y la hace pública sin contrastarla con sus colegas.
20.10_ Los tres pilares de la desinformación
Acabo de exponer uno de los pilares de la desinformación, pero existen otros dos, sin los que el sistema no podría sustentarse: la descontextualización y el relativismo.
La descontextualización consiste en omitir el pasado; no en negarlo (como intentaron los regímenes del siglo XX), sino en perderlo de vista, en minimizar su importancia. De ese modo, todo acontecer se reduce al presente y toda proyección se torna posible (simplemente, porque no existe antecedente alguno que pueda contrastarlos).
El relativismo, por su parte, consiste en dar por válido cualquier argumento por el simple hecho de serlo; en asignarles a todos igual valor informativo sin importar las pruebas que los avalen o desmientan. El relativismo elimina la distinción entre opinión y noticia, entre hechos y declaraciones; y dado que todas las opiniones deben tener igual valor, cualquier intento de jerarquizarlas a través de los hechos es tachado de reaccionario.
En la práctica, el relativismo genera escasas conclusiones. Sin embargo, se lo asume como el único modo de analizar la realidad porque el mundo en el que vivimos es demasiado complejo y cualquier otro sistema sería reduccionista.
Lo irónico es que, frente a ciertos temas o personas, los medios hacen emerger verdades absolutas del lodazal de relativismo.
20.11_ Realidad aumentada
Lo mismo que ocurre con las noticias puede aplicarse a la información sensorial. Al fin y al cabo, la teoría del congreso de Tromsø en la que se basan los ordenadores neuronales dice que la realidad no es otra cosa que paquetes de información.
Los ciudadanos dan por buena su información sensorial porque es coherente. Las túnicas que visten —esas que cubren sus trajes de exopiel— tienen un diseño muy atractivo, y son suaves al tacto, y al caminar generan un delicado siseo, y hasta huelen a algodón al acercarlas al rostro. Da igual que sean jirones de tela con códigos de realidad aumentada; si la realidad es información, dentro de la Alianza esos jirones son túnicas.
La pregunta que cabría hacerse es si solo ocurre con la vestimenta o está sucediendo con todo: con las ciudades, con la comida, con la vivienda… ¿Cuán real es la realidad que se habita en la Alianza? ¿Hasta qué punto la percepción sensorial de sus ciudadanos no está siendo manipulada por sus ordenadores neuronales?
La tecnología que lo hace posible existe desde principios de siglo, y desde entonces hasta ahora su avance ha sido vertiginoso: no solo por su aumento de potencia, sino por la eficacia con la que ha logrado camuflarse en otras tecnologías.
Antes era necesario que uno escaneara los códigos, actualmente, los códigos son escaneados por los ON sin que el usuario lo sepa. La realidad aumentada puede emplearse para cualquier cosa… y, desde el surgimiento de los ordenadores cuánticos y neuronales, puede emplearse para camuflar cualquier cosa.
20.12_ Sobre las ciudades
En las últimas décadas, las ciudades se han atiborrado de sensores. Todo está monitorizado; todo está conectado. Añadir a ese conjunto los sensores de realidad aumentada no debió haber supuesto demasiado trabajo y, sin lugar a dudas, debió resultar mucho más económico que reconstruir las ciudades.
Claro que esto son meras especulaciones. Siendo preciso, lo que debo decir es que «cabe la posibilidad» —por pequeña que sea— de que toda la realidad en la que creen vivir los ciudadanos de la Alianza no exista más que en sus ON; que sigan comiendo lo mismo que en los campos, que solo vistan un traje de exopiel, que habiten ciudades en ruinas, pero que su percepción de la realidad esté modificada.
Cabría preguntarse si en esto también vale el relativismo; si todos los sistemas de percepción sensorial valen lo mismo porque, de ser así, me atrevería a decir que la Alianza ha creado una sociedad perfecta. Qué importa la realidad que se perciba desde fuera, si todos sus integrantes creen estar disfrutando de una inmejorable calidad de vida y toda la información que reciben sus sentidos no hace más que confirmarlo.
Aunque resulte difícil de aceptar, en tales circunstancias (y desde una perspectiva ontológica) podría ser lo mismo la realidad material que la virtual: partiendo del concepto de que la realidad es información, la idea de que un entorno no distorsionado sea más válido que un entorno digital podría ser discutible… Claro que existe un detalle que invalida esta teoría.
20.13_ La estructura social de la Alianza
En la década del cincuenta, la Alianza dejó de ser un conglomerado de empresas para convertirse en un sistema de dominación territorial. Por entonces ya hacía una década que el poder estaba en sus manos sin necesidad de testaferros políticos.
La estructura jerárquica en la que se había sustentado fue ganando poder hasta cerrarse sobre sí misma. El resultado fue el Círculo Interno. A partir de ese punto, todos los habitantes de su territorio pasaron a ubicarse en tres categorías: los ciudadanos: el eufemismo elegido por la Alianza para referirse a los refugiados; el Círculo Externo, es decir, los técnicos y científicos que trabajaban para la Alianza, y el Círculo Interno, su dirección política y económica. Demás está decir que (al igual que tú hasta ahora o yo hasta hace tres años) los ciudadanos desconocen la existencia de los Círculos. Para ellos todos son ciudadanos.
La pregunta que surge de inmediato es, ¿por qué han ocultado su existencia?, ¿por qué no interactúan con el resto de ciudadanos?
Y la respuesta es simple: no lo hacen porque no son como el resto. La gran incoherencia de la Alianza es que la Estandarización —esa «quintaesencia» de la igualdad tecnológica— solo afectó a los ciudadanos, ni los integrantes del Círculo Externo, ni mucho menos los del Círculo Interno se han implantado un ON.
Y no lo han hecho porque, al parecer, el Círculo Interno no cree que la realidad sea solo información, tiene una predilección especial por su versión tradicional…; aquella que puede captarse empleando los sentidos desnudos.
20.14_ Factor de consumo
En el capítulo dedicado a la Gran Recesión expliqué el «factor de consumo» empleando un ejemplo. Dije que, a principios de siglo, un ciudadano promedio de los países ricos —es decir, del quince por ciento de la población mundial— consumía treinta y dos veces más materias primas que uno de los países pobres; y que si el cien por ciento de los habitantes del planeta hubiese llegado a ese factor de consumo (treinta y dos), la Tierra no habría dado abasto para satisfacerlos.
En la práctica, tras el Colapso, el problema y las soluciones siguieron siendo los mismos que entonces…, solo que aumentados exponencialmente.
Si ya en la década del diez se había comprendido que los recursos del planeta eran limitados y se habían recortado derechos sociales para asegurar el factor de consumo de las élites, resulta fácil deducir las medidas tomadas después del Colapso (una catástrofe que, recordemos, provocó una merma radical de las materias primas).
En la actualidad, un factor de consumo de treinta y dos no es viable ni siquiera para un cinco por ciento de la población mundial. Es verdad que entre mediados de la década del veinte y mediados de la del cuarenta hubo una drástica reducción demográfica, pero, aun así, somos aproximadamente el mismo número de personas que a finales del siglo pasado: unos seis mil millones. La diferencia radica en que habitamos un mundo empobrecido, por lo que para que unos cincuenta (quizás cien) millones de personas puedan vivir en la opulencia es necesario que el resto de habitantes viva en condiciones paupérrimas.
Lo que he descubierto en los últimos años me lleva a sospechar que, aunque no haya restaurado en su totalidad las ciudades, la Alianza sí que ha restaurado una parte de cada una. Estoy convencido de que los integrantes del Círculo Externo e Interno habitan y trabajan en espacios reales, acondicionados con materiales reales; incluso sus túnicas deben de ser reales, porque ese es su privilegio: la realidad.
Forman parte de ese dos o tres por ciento de la población mundial que puede permitirse un factor de consumo de treinta y dos… o incluso mayor. Y pueden hacerlo a costa de que los «ciudadanos» crean que consumen, crean que viven en ciudades restauradas, crean que son libres, mientras producen para ellos por techo y comida.
En el siguiente capítulo, analizaré algunas de las políticas que ha desarrollado la Alianza en los últimos veinte años. Pero es probable que eso ya lo conozcas. Lo que sin duda no sabías, lo que necesitaba trasmitirte, eran estos «pequeños» detalles de la estructura de la Alianza.
NOTA:La foto de cabecera pertenece a David Werbrouck y ha sido publicada en Unsplash.Las fotos interiores, en orden de aparición, pertenecen a David Werbrouck, Brandon Kwok, Bulkan Evcimen, Zac Ong, Warren Wong, Hongmei Zhao y Yang Miao. Todas han sido publicadas en Unsplash.