Suele decirse que la segunda página de Google es el mejor sitio para ocultar un cadáver, pero sospecho que no es verdad, que el mejor sitio para ocultar un cadáver es la tercera pantalla del Kindle.

No me malinterpretes, adoro mi Kindle (y más desde que vivo fuera de España), pero cuando tenía todos mis libros en una(s) estantería(s), a la hora de elegir nueva lectura me bastaba con echarle(s) una ojeada y dejarme tentar. Allí estaban todos, ¡a la vez!, ¡¡disponibles!!

Me dirás que hoy en día puedo hacer lo mismo en el móvil: que basta con abrir la aplicación de Kindle, ir a «todo el contenido» y echarles un vistazo a las portadas.

Pero si estás habituado a los libros electrónicos sabes que —salvo que hayas olvidado tu E-reader, que se haya quedado sin batería o que tengas que hacer una lectura en diagonal de un libro que ya has leído— la experiencia está ligada al objeto que los contiene (sea de la marca que sea).

La justificación racional es que la «tinta» de los E-reader cansa menos la vista. La justificación real, en mi opinión, es mucho más básica: quienes tenemos el hábito de leer hemos asociado ese disfrute al libro-como-objeto-físico, y por mucho que nos guste nuestro móvil, un móvil no es un libro.

Me dirás: ¿a santo de qué viene esta disquisición?

Esta disquisición viene a cuento de la novela de la que hoy quiero hablarte: Fantasma, de Laura Lee Bahr (Haunt, Fungasm Press, 2012).

Pero ahora eres tú quien debe elegir.

¿Lo digo por mi experiencia lectora?

—O bien—

¿Lo digo por el asunto del cadáver?

Elige tu propia reseña.

 

Fantasma 1
Fotografía realizada por Callie Gibson y publicada en Unsplash.

 

Eliges mi experiencia lectora

Compré la versión digital de Fantasma poco después de que salió, animado por un intrigante artículo de Alexander Páez, por su nominación a los Ignotus de 2016 y, muy especialmente, por la entrevista a Laura Lee Bahr que otra Laura (ni más ni menos que Fernández) le hizo para Fantífica.

Pero los libros electrónicos siguieron cayendo y Fantasma quedó sepultado (o «enterrado», por usar la misma palabra que la autora) en la tercera o cuarta pantalla del Kindle.

Así que cuando decidí que los artículos de este mes iban a estar dedicados a los autores que participarán en el Celsius, me alegró saber que Laura Lee Bahr estaba en la lista: era la excusa perfecta para contactar con su Fantasma (lo siento, tenía que decirlo).

 

Eliges el asunto del cadáver

Obviamente, mi experiencia lectora no te interesa, tú has venido a hablar de libros y el asunto del cadáver pinta interesante.

Porque sí, toda la novela gira en torno a un cadáver (el cadáver de Sarah While), que casualmente es quien relata la historia en primera persona.

Y si crees que eso es raro (o «weird», que suena raro, pero mejor) te diré que te equivocas: esto no es raro, es bizarro.

Como explica Hugo Camacho, traductor de la novela y editor de Orciny Press:

«La Bizarro Ficción (o género bizarro, literatura bizarra o ficción bizarra) toma su nombre de la acepción inglesa que significa “extraño, disparatado, grotesco”. La definición que ofrece la RAE de su acepción en español es de “valiente”».

Sin embargo, en la página de la editorial aclaran que, según la Fundéu:

«El término bizarro puede emplearse, en alusión a una cosa, con el significado de “extraño, raro, insólito”».

Así que eso se trata, ¿no?: de una novela extraña, rara, insólita relatada por un cadáver en primera persona…

Pues no: eso es The Lovely Bones… y a diferencia de la novela de Alice Sebold, no creo que Peter Jackson se atreva a adaptar Fantasmas.

Quizás David Lynch, sí. Quién sabe.

Pero de nuevo te toca elegir.

¿Quieres que siga hablándote del género bizarro?

—O bien—

¿Prefieres que le ofrezca la adaptación a David Lynch?

 

Fantasma 2
Fotografía realizada por NeONBARND y publicada en Unsplash.

 

Eliges que te hable del bizarro

Según el prólogo de Tamara Romero a la edición española (excelente, por cierto) Fantasmas «está algo alejada de los parámetros habituales del género». Sin embargo, en 2012 ganó el premio Wonderland (el galardón que se otorga a la mejor novela y a la mejor recopilación de relatos de género bizarro), así que has elegido bien.

¿Y qué es esto del bizarro?

Aquí de nuevo tienes dos opciones (pero esta vez dependen de tu carácter):

Si eres de los que busca respuestas rápidas, este tuit te gustará:

«Allí donde la cifi o la fantasía tratan de provocar en el lector un sentido de la maravilla, el bizarro lo que busca es causar un sentido del “WTF?”. El buen bizarro es el que hace que te preguntes una y otra vez qué carajo estás leyendo».

Si eres de los que busca definiciones más «formales», te recomiendo el heptálogo de Orciny Press.

(A ver si adivino: la palabra «heptálogo» te suena raro. ¡Pues bienvenido al bizarro!)

Transcribir el heptálogo completo no tendría sentido, pero sí reproduciré el quinto punto porque describe muy bien el «espíritu» de Fantasma (lo sé, me estoy pasando de listillo).

«El bizarro suele tener cierta lógica de dibujos animados que, al aplicarla al mundo real, crea un universo inestable en el que lo grotesco se convierte en normal y lo absurdo toma cuerpo».

Al hablar de Arañas de Marte, de Guillém López (una novela surrealista que flirtea con el género bizarro), mencioné la teoría del «valle inquietante»: la cual plantea que nuestra respuesta emocional ante una réplica de la realidad se va haciendo cada vez más positiva y empática hasta que cruza cierto límite, a partir del cual pasa a ser de repugnancia.

Pues bien, la historia que propone Laura Lee Bahr se ubica precisamente en ese «valle inquietante»: maneja elementos realistas, reconocibles, cotidianos, y los deforma sutilmente a través del fantástico para provocar nuestra repulsión, para crear «un universo inestable en el que lo grotesco se convierte en normal y lo absurdo toma cuerpo».

Y ahora vuelves a tener dos opciones:

¿Quieres ahondar en sus mecanismos formales?

—O bien—

No has podido sacarte de la cabeza a David Lynch y quieres que te hable de él antes de que empiece a borrarla.

 

Eliges sacarte a Lynch de la cabeza

Todos los que hemos nacido a finales de los setenta o principios de los ochenta tenemos una frase grabada a fuego: «¿Quién mató a Laura Palmer?».

Y como explica la autora en la entrevista de Laura Fernández, ella no fue la excepción. Por algo el artículo se titula: «Supongo que Lynch tiene la culpa de todo».

«Sí, adoro a David Lynch. Twin Peaks es mi serie favorita. Crecí viendo Twin Peaks. Recuerdo haber visto El fuego camina conmigo de tan pequeña que ni siquiera la entendí. Pero todo eso se quedó ahí, en mi cabeza, y ha hecho que construya las ficciones de esta manera. Ha hecho que los sueños tengan una importancia especial y que trate de volver un poco loco al lector. Yo creo que Lynch a veces deja las cosas sin explicar a propósito. Él mismo probablemente no tenga explicación para nada de lo que hace, lo hace y punto. Y es igualmente aterrador. Supongo que Lynch tiene la culpa de todo».

Estas frases no solo exponen la esencia de Fantasma, también reflejan la de Twin Peaks. La clave está en la diferencia entre «misterio» y «secreto».

Tanto Fantasmas como Twin Peaks se apropian de recursos del género noir. Sin embargo, el objetivo de ambas no es desvelar los secretos de la historia a través de una investigación policial (¿quién mató a Laura Palmer?; ¿quién mató a Sarah While?), sino ahondar en el misterio.

Como explica Juan Diego Parra en un reportaje de Días de Cine sobre la serie:

«Lynch decía que a él no le interesaba tanto una historia de secretos —que los tenían todos los personajes—, sino sobre el misterio.

El dice que el misterio no tiene nada que ver con el secreto. El secreto es un fenómeno ligado con la mentira cotidiana de los seres humanos, a él le interesaba el misterio del universo.

“¿Quién mató a Laura Palmer?” funcionó, obviamente, al principio como una estrategia comercial, después [Lynch] se vio acorralado por la productora —por la ABC— para revelar el misterio… que para él no lo era. Es decir, (…) revelar el “misterio” lo convertía en “secreto”. (…)

Revelaron quién había sido el asesino y se fue en picada el rating de la serie porque, en el fondo, él tenía toda la razón: lo que era un misterio terminó convirtiéndose en un secreto revelado».

Laura Lee Bahr ha tomado buena nota de lo ocurrido en su serie favorita (la tercera temporada aún no existía) y se ha asegurado de que el misterio permanezca inexplicado a lo largo de su novela.

«Tienes preguntas. A lo mejor en este libro, al final, están las respuestas. Pero no, no están».

Y ahora me dirás: «¿No se supone que en tus artículos no haces spoilers? ¡Acabas de destrozarme el libro!».

Pues no, no lo he hecho porque el objetivo de Fantasma no es desvelarnos un secreto, sino enfrentarnos al Misterio, así con mayúsculas. Enfrentarnos al misterio hasta hacernos sentir incómodos, frustrados; hasta empujarnos al desasosiego.

Y ahora te toca decidir:

¿Te atreves a enfrentarte a esas emociones?

—O bien—

Prefieres hablar de cosas menos tangibles, como los fantasmas.

 

Fantasma 2
Fotografía realizada por Jesse Bowser y publicada en Unsplash.

 

Eliges ser valiente

¡Enhorabuena!

No creas que te ha seguido mucha gente.

Estamos a punto de entrar en el «valle inquietante» y TÚ serás el protagonista.

Sí, «Tú»: ese es el título, precisamente, el segundo capítulo de la novela. Porque si bien la historia está contada en primera persona por un fantasma, ese fantasma es en realidad tu fantasma. Un fantasma que te interpela, que te insulta, que te fastidia adrede, que no te ataca porque no le es posible.

El primer «valle inquietante», por tanto, es ese «tú» que actúa de un modo normal…, pero no tanto; que no reacciona como quisieras; que no se adapta a las expectativas generadas por la propia historia. Un «tú» con el que estás al filo de la empatía, como si te hallaras a medio camino de meterte en su piel.

El segundo «valle inquietante» lo inducen los diálogos. Su desarticulación voluntaria los dota de un potente realismo (nuestras conversaciones no suelen ser tan precisas como los diálogos novelescos), pero no cumplen su función esencial: hacer que avance la trama. Por el contrario, están calculadamente construidos para atascarla, para frustrar las expectativas del lector. Y digo «calculadamente» porque Laura Lee Bahr, además de novelista, es dramaturga y directora de cine, y por lo tanto conoce muy bien la importancia y función de los diálogos.

De hecho, el rol de Simon, el tercer personaje de la historia, es alimentar esa frustración, truncar una y otra vez nuestras expectativas, destejer la trama… Pero sobre esto no profundizaré porque —en este caso sí— le estaría haciendo un spoiler a tu experiencia de la novela. Y su lectura es precisamente eso: una experiencia.

Existe incluso un tercer «valle inquietante»: el límite de la verosimilitud. Un hilo sobre el que la historia se bambolea como un funámbulo que se ha tomado un tripi. (Y conste que estoy hablando de «verosimilitud», no de «realismo»).

Una vez más, se trata de una decisión consciente. Tanto que incluso se hace explícita en este pasaje:

«Simon, con tres dedos rotos, un diente desconchado, la muñeca torcida y una fractura en le tobillo que nunca se curará, asiente y pega un gran bocado a la hamburguesa. Habla con la boca llena:

—Brandon, esto es la cosa más inverosímil que me ha pasado en la vida. No sería capaz de explicarte de cuántas maneras mi concepto de la realidad ha saltado por los aires. ¡Es inconcebible!»

Es verdad: es inconcebible pero verosímil. Al menos mientras lo estamos leyendo; al menos de esa forma imprecisa y envolvente en que resultan verosímiles los sueños… y de las pesadillas.

Laura Lee Bahr crea un entorno onírico —envuelto en una lógica irracional pero inevitable— y le agrega un fantasma.

Ahora tienes que decidir:

¿Hablamos de fantasmas?

—O bien—

Prefieres practicar tu inglés.

 

Eliges practicar tu inglés

La palabra «haunt» —el título original de la novela— no tiene una traducción directa a nuestro idioma… O, mejor dicho, no existe un término en nuestro idioma que contenga todas las acepciones de haunt. La palabra significa a la vez «aparición» (fantasmal, por supuesto), «obsesión» (no tan fantasmal), «acoso» (en el sentido de causar problemas después de que algo suceda) y, de un modo más coloquial, «el lugar preferido».

Todas estas acepciones están presentes en Fantasma.

Por otra parte, el nombre del espíritu narrador es Sarah While y «mientras» es el tiempo continuo, no lineal, en el que habita.

En cierto punto de la novela Sarah While se pregunta:

«¿Y qué es el tiempo (o todo esto) sino una tormenta eléctrica dentro de tu mente, el latido de un órgano que bombea sangre, un baile que se detiene de repente, sin ritmo? ¿Qué es sino lo que nosotros mismos imaginamos y creamos?»

Tras leer estas preguntas resulta válido pensar que quizás (solo quizás) la extrañeza de Fantasma se debe a un cambio de perspectiva.

 

Fantasma 3
Fotografía realizada por Søren Astrup Jørgensen y publicada en Unsplash.

 

Eliges hablar de fantasmas

Porque la novela también puede analizarse como una historia de espíritus y casas encantadas relatada desde la perspectiva del fantasma.

Curiosamente, si eliges ese enfoque, muchos de sus elementos parecen encajar de un modo «menos» bizarro. Original, sin duda, pero más próximo a El resplandor (tanto a la novela de King como a la película de Kubrick) que a Twin Peaks.

Como planteé al hablar de El imperio de Yegorov, de Manuel Moyano, la «realidad» es una suma de retazos: su coherencia, su linealidad, son más una construcción (una necesidad) de nuestra mente que una característica intrínseca… Y aunque parezca mentira, contamos con más herramientas para «hacer encajar» una historia de fantasmas que nuestros propios sueños.

No quiero dar ejemplos concretos porque, una vez más, estaría estropeando tu experiencia de la novela. Sin embargo, si los buscas por tu cuenta, encontrarás todos los elementos «canónicos» de una historia de aparecidos (haunt): las manifestaciones físicas del fantasma en las paredes, luces y objetos de la casa encantada; su agresividad manifiesta; la obsesión por la entidad (próxima a la posesión) que destroza la vida del (o los) protagonista(s); las tendencias asesinas instigadas desde el «más allá»…

La genialidad de Laura Lee Bahr consiste en tomar esos elementos y darles la vuelta. Quien relata la historia es el fantasma (que, por cierto, prefiere que lo llamen «espíritu»). Por lo tanto, todo lo que he contado aparece en segundo plano. Para Sarah While esas manifestaciones no son importantes (son apenas una expresión de su cabreo), así que las describe como quien cuenta que va de compras. Lo importante para ella son sus emociones, la rabia que no entiende y que la empuja a actuar.

Es como si El resplandor fuera narrado por el fantasma de la habitación 217 y, en lugar de centrarse en la posesión de Jack Torrance, la mujer decidiera hablarnos de cómo murió en la bañera.

De hecho, la referencia a El resplandor no acaba allí. ¿Recuerdas que, en cierto momento, Dick Hallorann le dice a Danny Torrance que los fantasmas no pueden hacerle daño, que «son como las figuras de un libro… Cierra los ojos y desaparecerán»?

Pues bien; ahora fíjate en este pasaje de la novela de Laura Lee Bahr:

«Un fantasma no puede hacerte daño, pero cuidado: sí puede alimentarse de la energía de los vivos y hacerse más fuerte gracias a su miedo y su dolor. (…) En ciertas ocasiones puede llegar a generarse una relación entre el vivo y el muerto en el que el segundo se alimenta del primero y viceversa. (…)

Este tipo de retroalimentación solo puede generar desgracia y malignidad».

Como puedes ver, la autora domina los cánones del género. Sin embargo, como dije más arriba, su originalidad no radica allí, sino en el modo en que los manipula.

Dado que el fantasma es quien narra la historia, en el capítulo siguiente a este pasaje hace lo que haría cualquier narrador molesto y poco fiable: desacreditar al mensajero. Fíjate en lo que dice sobre el personaje que lo había escrito:

«No es que madame Azura sea una bruja buena o mala: en realidad, no es ninguna bruja. Tan solo es fea y está vieja. Sus poderes son tan impresionantes como los de una rebanada de pan. Aunque a los hambrientos de espiritualidad les fascine. Te cuento esto sobre Edna porque te has creído al pie de la letra sus consejos, que no son más que pura mierda».

Ya solo por esto, por el cambio de perspectiva que propone, Fantasma merece ser leída. Pero Laura Lee Bahr agrega otro elemento que convierte a su novela en una obra rompedora (tanto por su innovación como por su «espíritu» destructivo): el manejo del tiempo.

Lo que nos conduce a tu última elección:

¿Quieres hablar del manejo del tiempo?

—O bien—

Te has aburrido de elegir.

 

Eliges hablar del manejo del tiempo

Si aún no has leído la novela, es probable que te estés preguntando por qué he empleado el formato de Elige tu propia aventura para escribir este artículo… Y en especial, por qué no he puesto los links para saltar de un lado al otro.

No fue por pereza (bueno, un poco sí, pero no fue solo por eso), lo que ocurre es que esa es la forma en que Laura Lee Bahr ha estructurado la novela: le plantea opciones al lector —al estilo de aquellos libros—, pero en lugar de permitirle que «elija su propia aventura», lo conduce a través de todas ellas.

Según explica en la entrevista de Laura Fernández, el resultado fue, en parte, fruto del azar:

«La novela fue un poco construyéndose durante años. La cosa empezó cuando me dije que por qué no podría escribir un “Elige tu propia aventura” que fuese una novela de fantasmas. (…)

Me dije que las elecciones tenían que ser ridículas, porque a menudo son las elecciones más absurdas las que te cambian la vida. (…)

Al final me aburrí de todo, lo metí en una caja y allí estuvo durante años. Puede que cinco o seis. Al final lo recuperé y decidí eliminar las opciones. (…) Pensé en mí como lectora y me dije que aquello de elegir estaba bien un rato, pero que luego me aburriría y dejaría el libro. El lector quiere que el escritor dirija el barco, que lo lleve por un camino hasta el final».

Sin embargo, no es casual que el personaje narrador —el fantasma— se llame Sarah While. El «mientras» de su apellido justifica la multirealidad que propone.

El narrador vive en un eterno «mientras» (que no es ni pasado, ni presente, ni futuro, sino todos esos tiempos a la vez) y nos relata la historia desde su perspectiva.

A diferencia del multiverso caótico planteado por Guillem López en Arañas de Marte, en el que coexisten (y se autodestruyen) realidades opuestas; a diferencia del «ser-ahí» vonnegutiano de Matadero Cinco, en el que todos los posibles pasados y futuros se articulan en torno a un hecho determinante; en la multirealidad de Fantasma las distintas posibilidades son iguales y excluyentes: si existe una no existe la otra. Lo que sucede es que el narrador es capaz de contemplarlas a todas a la vez, como si el Aleph borgiano se hubiera mudado a Los Ángeles.

De hecho, esa podría ser otra buena definición de Fantasma: un intento de desplegar el Aleph.

 

Fantasma 5
Fotografía realizada por Seth Macey y publicada en Unsplash.

 

Eliges aburrirte de elegir

Al final va a ser que la autora tiene razón: esto de elegir está bien por un rato, pero después uno se aburre…, que para eso ya están los videojuegos.

Sin embargo, no puedo terminar sin hacer un último comentario.

Los ejemplares de Elige tu propia aventura no fueron los únicos libros «interactivos» que marcaron mi vida. Como es lógico, la estructura de Fantasma me hizo pensar en Rayuela. Y una vez que recordé a Julio Cortázar, no pude dejar de pensar en sus cuentos.

¿Quién sabe? Quizás Cortázar fue un escritor de género bizarro antes incluso de que el bizarro existiera (o, al menos, de que se lo llamara de ese modo). Lo que sé es que, gracias a él, transité por primera vez el «valle inquietante» al que, en esta semana, me ha devuelto Laura Lee Bahr.

Y te aseguro que comparar a un autor con Julio Cortázar es uno de los mejores halagos que soy capaz de hacer.

 

Fantasma 6
Fotografía realizada por Matúš Kovačovský y publicada en Unsplash.

 

NOTA: La foto de cabecera pertenece a Marten Newhall y ha sido publicada en Unsplash.

 

 

 

4 Replies to “Fantasma, de Laura Lee Bahr: Elige tu propia reseña

  1. Una reseña muy original Esteban. Nunca se me había ocurrido hacerla estilo «elige tu propia aventura». Además, buen análisis de la novela, que no he leído pero me intriga.

    • ¡Hola, Mertonio! ¡Qué alegría leerte por aquí! Lo del estilo «elige tu propia aventura» surgió de la propia novela, (si la lees verás que su estructura es similar a la del artículo). Te advierto que es una novela experimental, al estilo de Arañas de Marte, y que su lectura es más una «experiencia» que una «historia». Dicho esto, a mí me fascino. Además, la prosa de Laura Lee Bohr es una pasada y la traducción es excelente. Te mando un abrazo. ¡Nos vemos en dos semanas!

  2. LLevaba un buen rato leyendo reseñas de ‘Fantasma’ sin encontrarme ni una sola que realmente dejara claro que el/la autor/a se hubiera enterado de algo o fuera capaz de explicarlo. Y entonces he llegado aquí.

    Si quieres que te diga la verdad, lo que menos me interesa, al final, de tu reseña (qué feo suena, dicho así, perdona) es la estructura de (no)decisiones. Lo que me interesa es que has entendido lo que la novela ofrece y lo has sabido contar. (Y pese a ser lo que menos me interesa, que hayas estructurado tu reseña con esas encrucijadas, en realidad, me encanta :D).

    • Hola, Marc. Antes que nada, te pido mil disculpas por la demora en aprobar y responder tu mensaje. En estos momentos, por razones personales, he tenido que aparcar el blog durante unos meses, así que acabo de verlo. Me ha encantado tu comentario porque, en efecto, creo que cada libro merece un abordaje distinto a la hora de analizarlo. Un abordaje que debe ser coherente con su contenido. Y, obviamente, una novela como «Fantasma» no puede ser analizado de forma lineal. Te agradezco mucho que te hayas pasado por aquí… y prometo que la próxima vez que lo hagas (que espero que se produzca) te responderé mucho antes. Te mando un abrazo fuerte.

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