Aunque parezca mentira, apenas falta un mes para el Celsius, así que he decidido dedicar las próximas tres entregas a autores y novelas que pasarán por allí. Y la primera está dedicada a una de las autoras (y de las novelas) que más ha dado que hablar en los últimos meses: Kameron Hurley y Las estrellas son legión (The Stars are Legion, Saga Press, 2017).
Antes que nada, debo reconocer que mi relación con este libro ha sido muy distinta a la que he leído en las reseñas. Este artículo debería haber sido publicado en Sense of Wonder hace meses (a eso me había comprometido con Elías), pero me costó tanto conectar con el primer tercio de la novela que terminé intercambiándolo por el artículo que al final se publicó: el análisis de Mala racha y Salir de fase, de José Antonio Cotrina.
Mientras tanto, las reseñas elogiosas seguían llegando —junto con la noticia de que Kameron Hurley participaría en el Celsius—, así que decidí que antes de ir al festival la terminaría… Lo peor que podía pasar era que no me gustara y no escribiera sobre ella (que tampoco hubiera sido tan grave).
Y aunque retomar su lectura me costó lo suyo, pasada la página doscientos descubrí algo curioso: el motivo por el que no estaba conectando no radicaba en la historia (que sin duda era trepidante), sino en mis expectativas de lector. Como la mayoría de las reseñas hablaban de space opera y de intrigas palaciegas y de «mundonaves» esperaba encontrar una novela semejante a Dune, o a las de Peter F. Hamilton, y lo que encontré fue un libro que contenía todo eso, pero que al mismo tiempo era radicalmente distinto.
Lo «curioso», por tanto, es que me haya costado doscientas páginas comprender que esa diferencia es, en esencia, lo que Hurley buscaba plasmar. Al fin y al cabo, el quiebre de la «normalidad» aprendida es la principal reivindicación literaria de su excelente libro de ensayos La revolución feminista geek (The Geek Feminist Revolution, Tor Books, 2016).
En este artículo, por tanto, intentaré mostrar sus estrategias.

«La paja en el ojo de Lesbos»
Poco antes de que se publicara en España Las estrellas son legión, Alianza (la editorial que también publicó La revolución feminista geek, ambas traducidas por Alexander Páez) lanzó en preventa una edición limitada con un título alternativo impreso en una sobrecubierta: Lesbianas en el espacio.
El asunto deriva de una reseña particularmente agresiva escrita en inglés (probablemente esta, pero no estoy seguro) que, de tan sesgada, solo podía ignorarse o ser tomada en broma.
Y dado que la reseña empezaba diciendo que «Esto debería haber sido titulado “¡Lesbianas en el espacio!” o “La paja en el ojo de Lesbos”», Hurley decidió emplear el primer título en una genial campaña de marketing que luego fue traducida a nuestro idioma.
Sin embargo, al margen de la anécdota, vale la pena analizar los títulos propuestos por el reseñador.
Ambos son juegos de palabras con títulos de obras famosas: Lesbians in Space! por Lost in Space y A Mote in the Eye of Lesbos por A Mote in God’s Eye. Y visto así, el segundo título dice mucho más sobre la ideología del reseñador que el primero, porque La paja en el ojo de Dios, de Larry Niven y Jerry Pournelle, es una de las novelas más recalcitrantemente machistas que he leído. No me extraña que el articulista, al ser expulsado tan abruptamente de su zona de confort, necesitara inconscientemente aferrarse a sus relatos fundacionales.
Y es que de eso, precisamente, va todo el asunto: del poder de los relatos.
En su artículo «Siempre hemos luchado: cuestionando la narración de “mujeres, ganado y esclavos”» (el primer texto de no ficción en obtener el premio Hugo), Kameron Hurley plantea que:
«El lenguaje es algo poderoso que cambia la percepción que tenemos de nosotros mismos y de los demás, tanto de forma agradable como terrible. (…)
¿Qué es “realismo”? ¿Qué es “verdad”? La gente dice que la verdad es lo que han experimentado. Pero el problema es que resulta difícil diferenciar lo que realmente hemos vivido de lo que se nos cuenta que hemos experimentado, o de lo que deberíamos haber experimentado».
Construimos historias que explican el mundo y luego amoldamos el mundo a nuestras historias. Por lo tanto, para poder construir realidades alternativas, antes debemos relatarlas.
Y ese es el objetivo de Hurley.

La cuestión de la normalidad
Al analizar Las estrellas son legión, lo primero que suele decirse es que se trata de un mundo completamente femenino. Es lógico que ese dato llame la atención (y más tras el énfasis pautado por la campaña de marketing), sin embargo, en la práctica, ese énfasis juega en contra de la intención de la autora.
En primer lugar, porque, como ella misma reconoce en su artículo «La complejidad de los deseos: expectativas sobre el sexo y la sexualidad en la ciencia ficción», no es allí donde radica la originalidad de su obra:
«La ciencia ficción ha cambiado mucho desde los alegres años cincuenta y pude acudir a muchas otras obras para construir un mundo con una narración diferente. (…) Ammonite, de Nicola Griffith, es uno de los primeros libros publicados, ya siendo yo adulta, en el que se exploraba un mundo completamente femenino.
Obras más recientes como Ascensión, de Jacqueline Koyanagi, o Ash y Huntress, de Malinda Lo, reescriben antiguas narraciones (space opera y cuentos de hadas/mitología) que nos explican qué tipo de deseos son normales, esperados o convencionales».
En segundo término, porque el primer paso hacia la normalización es eliminar los subrayados, como explica la autora al hablar de Nyx, la protagonista bisexual de otras de sus novelas:
«Por algún motivo, me pareció que era necesario dejar muy claros sus deseos, y mi torpe intento de autora resaltaba como una huella dactilar en la página. MIRA VES LE GUSTAN LOS TÍOS Y LAS TÍAS MIRA MIRA.
Estaba escribiendo con una mirada masculina, blanca y heterosexual en mente. Escribía con la idea de que su deseo era distinto, algo que había que explicar a un lector para el que la heterosexualidad era la norma. Al señalarlo con tanto énfasis lo caracterizaba como algo fuera de lo común».
Lo realmente novedoso en el tratamiento de personajes de Las estrellas son legión es la normalidad (por usar la misma palabra que Hurley) con la que introduce al lector en esa sociedad. Dentro de la novela, el hecho de que solo esté compuesta por mujeres es tan «normal» como la presencia de dos sexos en nuestra sociedad contemporánea. Y como bien dice la autora:
«Lo bueno de la narrativa es que cuanto más te adentras en el relato, más normal se vuelve para ti como escritor (y, esperemos, como lector)».
Como lector debo decir que sin duda lo consigue. De hecho, lo logra hasta tal punto que el hecho de que todos sus personajes sean mujeres resulta secundario. Su novela construye un universo femenino, sin duda, pero no por el sexo de sus personajes, sino por sus motivaciones y, muy especialmente, por la construcción de su worldbuilding.

Mundos de carne
Otro de los elementos que suelen recalcarse al hablar de Las estrellas son legión es la presencia de mundonaves biológicas. Entidades orgánicas habitables, seres vivos, mundos de carne.
Y si bien considero que esas mundonaves son uno de los elementos más originales de la novela, no lo son por la razón más evidente.
Desde que a mediados de los ochenta las pinturas de H.R. Giger, las películas de David Cronenberg o los relatos de Clive Barker definieron la corriente estética denominada nueva carne, la idea de habitar espacios vivientes ha dejado de ser una novedad. (En space opera me viene a la mente Embassytown, por ejemplo, de China Miéville).
Incluso los objetivos de la nueva carne (expresados claramente por Ismael Martínez Biurrun en su artículo «De la nueva carne a la nueva naturaleza») parecen asemejarse a los de la novela de Hurley:
«La nueva carne quizá no estaba interesada en la institución familiar pero sí contenía un grito de rebelión social, o al menos una defensa visceral de cierta insumisión contra esa política del cuerpo que nos dice lo que podemos y debemos follar, comer, menstruar o gestar, herir o curar, introducir o sacar del cuerpo, modificar, camuflar o transformar».
Sin embargo, la diferencia radical entre Las estrellas son legión y esta corriente estética reside en el enfoque de género.
La nueva carne es una tendencia violentamente masculina, basta con ver el tratamiento fetichista, agresivo, violador que hace del sexo y la maternidad. Hurley recurre a elementos semejantes (sin eludir el gore y la violencia), pero los emplea para construir una estética radicalmente femenina.
El ejemplo más evidente de esta diferencia de enfoque radica en el empleo del metal. Los mundos imaginados por la nueva carne suelen ser híbridos en los que el metal hiere, penetra, desgarra la carne. En el universo de Hurley, los escasos elementos metálicos sirven para habilitar o impedir el paso. Son puertas que hay que abrir u objetos que permiten entrar. En definitiva, son herramientas integradas en el todo. Los peligros, siempre surgen de la carne.
La vida mancha
Es probable que no hubiera captado en su real dimensión la originalidad del worldbuilding de Hurley si hace tres años no hubiera vivido una experiencia transformadora. Fui testigo del parto de mi esposa y el nacimiento de mi hija.
Contemplar el sufrimiento prolongado, la visceralidad desgarradora que supone dar a luz me hizo tomar consciencia de la fisicidad del acto de nacer, de su violencia y materialidad.
La vida se abre paso, y eso mancha, y duele, y a veces desgarra. Pero es una violencia de la carne. Una violencia cuya función no es dominar o destruir, sino dar vida.
Ese enfoque femenino de la carnalidad, de la relación con el cuerpo, es uno de los dos pilares en los que se sustenta la creación del escenario.
La otra es la asunción de la mortalidad. Dado que la vida contiene la muerte, también contiene el dolor, el miedo, la tragedia inevitable que supone el fin.
En su artículo «Encontrar esperanza en la tragedia: por qué leo ficción oscura», Hurley relata que:
«Lo cierto es que la vida puede ser dolorosa. Puede ser aterradora. Cuando me echaron de mi trabajo en Chicago, seis meses después de mi viaje a la UCI, no tenía ahorros. No tenía red de emergencia. (…)
Nunca había sentido la muerte tan cerca. (…)
Pero al volver del hospital, cuando empecé a medir mi vida con la medicación, algo cambió.
Porque al ver toda esa mierda médica que me mantenía con vida me di cuanta de algo:
Cada vida es una tragedia.
Todos vamos a morir.
No hay otro final, con independencia de las decisiones que tomemos».
Debido a estos dos factores, en sus mundonaves biológicas vida y muerte están tan enlazadas como en los cuentos de Clive Barker o en las pinturas de H.R. Giger. Sin embargo, mientras que en las obras de la nueva carne el motor de ese vínculo es la entropía, en Las estrellas son legión su motor es el intento de perdurar.
Hurley sabe bien que la vida puede ser dolorosa, puede ser aterradora y te terminará matando, pero que en su crudeza se esconde el anhelo de perpetuación.

Escenarios y escalas
Aunque la primera pista de lo que voy a contar está al principio del libro, la sospecha solo se hizo evidente en su segunda parte: Las estrellas son legión se desarrolla en un escenario literalmente femenino… y no debido el sexo de sus personajes.
Empecemos por la primera pista. El capítulo 3 relata el intento de intrusión en una de las mundonaves que pueblan la Legión. Un ejército de doscientas naves biológicas de cabeza ahusada (a las que sus pilotos se unen por medio de una vaina transparente) se encaminan hacia su objetivo. Pero en sus inmediaciones tiene lugar una batalla y solo sobrevive una de ellas (algo que, al parecer, ya ha ocurrido otras veces). Esa nave es la única capaz de ingresar en el mundo de carne.
Las descripciones que permean el capítulo —sumadas a la ilustración de portada, en la que incluso se les agrega a las naves unas estelas a modo de flagelo— me sugirieron la imagen de un óvulo antes de ser fecundado.
Por supuesto, no fue más que una sugerencia. De hecho, resulta difícil extraer una cita que lo exprese con claridad porque las sugerencias son más «ambientales» que descriptivas. Sin embargo, en la segunda parte del libro uno de los personajes es «arrojado» a las entrañas de su mundonave y debe emprender un largo viaje para retornar a su superficie. Es allí, en las descripciones de su travesía, cuando la sugerencia se hace explícita porque (a mi entender) se suceden los escenarios asociativos.
Dado que para explicarlo en detalle debería desvelar la trama, yo también sugeriré las posibles conexiones (y recalco la palabra «posibles») para que las compares con tu propia experiencia lectora:
El monstruo reciclador y la absorción del óvulo por el útero.
Lo que ocurre en Amaris, la ciudad de Casamir, y la ablación genital.
El mar interior de «bilis salada» y el líquido amniótico.
El canal que asciende hacia la luz y el canal de parto.
La catarata entre dos paredes de carne y la rotura de aguas…
Podría seguir, pero todos los ejemplos que mencione seguirán siendo sugerencias. Todo esto podría no sea más que una interpretación rebuscada…
Y, sin embargo, intuyo que no es así. Lo intuyo porque ese worldbuilding supone una inmersión radical en la fisicidad femenina. Un mundo de una visceralidad desgarradora en la que cabe el dolor, el miedo y la muerte, pero en el que el motor de todas las acciones es el anhelo de perpetuación.
Sobre el poder y el empoderamiento
Lo cual es muy coherente con el modo en que se ejerce el poder en la novela.
Muchas de las reseñas que leí antes de empezarla sugerían intrigas palaciegas tan rebuscadas como las de Canción de hielo y fuego. Y si bien hay intrigas palaciegas, la referencia a Canción de hielo y fuego puede generar falsas expectativas. No por la complejidad de las intrigas —que no tienen nada que envidiarle—, sino por el modo en que se ejerce el poder.
En un mundo completamente femenino, el poder no emerge de los mismos sitios que en uno dominado por los hombres.
The Power, de Naomi Alderman, otra excelente novela ambientada en una sociedad matriarcal, propone una traslación de las estructuras de poder tradicionales a las manos de las mujeres. El poder emerge y se manifiesta de la misma forma que en nuestra sociedad, la diferencia radica en el sexo que lo ejerce. En la sociedad de Las estrellas son legión, sin embargo, el objetivo del poder no es la acumulación de dinero, ni la sumisión del otro, ni siquiera el poder por sí mismo… El poder no reside en la capacidad de transformar, oprimir u obligar —concepciones claramente masculinas—, sino en el poder de gestar. De dar vida.
Esto no significa que quienes ejercen el poder no transformen, u opriman, u obliguen, pero lo hacen como medios para alcanzar la gestación (o perpetuación) de la vida.
Llegados a este punto, debo hacer una aclaración: que el poder resida en la gestación no significa que el objetivo y finalidad de las mujeres en la novela sea la gestación. Todo lo contrario.
Una de las ideas más interesantes del libro es que las habitantes de Legión se embarazan por partenogénesis y en simbiosis con las necesidades de su mundonave (lo que parecería privarles del control sobre sus cuerpos), pero son libres de intercambiar su útero con otra mujer o de interrumpir su embarazo a voluntad. De hecho, es a través de estos actos que se ejerce su empoderamiento y liberación.
Esta idea es tan potente que resulta esencial para la resolución de la historia. Y aunque no pueda explicar el motivo, sí que puedo citar un diálogo en el que la idea se expone con absoluta nitidez.
«—¿Qué es la libertad, Zan? —pregunta.
Suena como un proverbio, como algo que debería saber. Y la respuesta surge (…) en el negro vacío del espacio.
—La libertad es la ausencia de control externo —contesto.
—¿Qué es la libertad? —repite Arankadash—. Es el control sobre el cuerpo, y sobre lo que produce, y sobre el lugar que ocupamos en este mundo.
—¿Ves? —exclama Casamir—. No estamos completamente muertas en la cabeza».
Como puedes ver, en el universo de Las estrellas son legión, la libertad también se expresa a través del cuerpo.

Cambiar el mundo
Como planteé al principio de este artículo, la principal reivindicación literaria de La revolución feminista geek, el libro de ensayos de la autora, es el quiebre de la «normalidad» aprendida: el relato sesgado a través del cual contemplamos el mundo. Y para eso se deben construir relatos alternativos.
En el epílogo de su libro de ensayos (titulado «¿Para qué luchamos?»), Hurley reconoce que:
«En aquel momento quería (…) tener una gran y sonora voy que se uniera a otras voces para cambiar el mundo a mejor. Quería poner mi relato al servicio de algo más grande que yo.
Ya he dicho en estas páginas que mi meta final es “cambiar el mundo”. Pero ¿para convertirlo en qué? Espero que en algo mejor».
Como es lógico, una meta tan elevada exige muchísimo esfuerzo. Y, sobre todo, exige librarse de la «pereza mental» que nos ancla al relato aprendido, al enfoque único, a los «Supuestos indiscutidos» criticados por Ursula K. Le Guin en su artículo del mismo nombre.
Pero si ese esfuerzo —que parte del escritor— se corona con éxito, su resultado quizás se trasmita a quien lo lee, y quizás lo arranque de su zona de confort (como la novela de Hurley hizo conmigo) y lo haga ver la realidad de un modo distinto.
Y así, de mente en mente, de persona en persona, quizás incluso logre su objetivo de cambiar el mundo.

NOTA: La foto de cabecera pertenece a Ricardo Gomez Angel y ha sido publicada en Unsplash.
Felicidades por la reseña, que a pesar de no realizar spoilers de ninguna clase, cuenta con mucha claridad lo que este libro quiere transmitir. Me ha recordado por lo que cuentas, a La Mano Izquierda de la Oscuridad (Le Guin) por ese enfoque rompedor, en este caso al tener y empoderar al sexo femenino.
Me han entrado muchas ganas de leerlo, a ver si algún día le puedo echar el guante y leerla (Y si la publicaran en bolsillo pues ya redondo)
Muchas gracias por tus palabras, Javier. Es verdad que su enfoque es tan rompedor como lo fue en su tiempo el de «La mando izquierda de la oscuridad», pero ten en cuenta, a la hora de leerla, que «Las estrellas son legión» es mucho más violenta (gore incluso) que la novela de Le Guin.
Si te interesa la temática del empoderamiento femenino quizás te pueda interesar también «The Power», de Naomi Alderman, que ya se he editado en bolsillo como «El poder». Hace unas semanas la reseñé en el blog, por si quieres echarle una ojeada al artículo.
Te mando un abrazo y muchas gracias, una vez más, por haber escrito.
Genial, lo buscaré porque tiene un argumento muy interesante. Muchas gracias por la recomendación